¡AY CORAZÓN!
¡Ay corazón!
Cuando has pasado más de la mitad de tu vida te aparece una nueva ilusión en forma de sentimiento intenso por alguien dejas que el corazón se te desboque, y que lata más deprisa, te sientes rejuvenecer, que flotas, e intentas que ese sentimiento florezca y madure a la luz de tu experiencia. Que tontos somos, normalmente ese sentimiento como todos está abocado a que lo maten, con comentarios, con corre ve y diles, con “yo no se nada pero quizás deberías saber que…. “ y ahí te entran las dudas, piensas ¿como alguien como ella se va a enamorar de ti?, pero ya es tarde, tu corazón está pillado y sufres pero disfrutas, sueñas pero no quieres.
Sucedió una vez hace muchos, muchos años en un lejano país, que un hombre de mas que mediana edad se enamoró de una bella doncella, ella como todos podéis suponer no era libre y en esa época el hecho que una mujer comprometida se enamorara de otro que no fuera su futuro marido era muy complicado. Hete aquí que eso sucedió, ambos cayeron ante las flechas del tan esperado como odiado cupido, ni que decir tiene que en un principio todo se mantuvo tan en secreto que ni ellos mismo se atrevían a confesarselo al otro, pero llegó un día que ese sentimiento floreció y se confesaron su mutua atracción, su tremendo deseo, su amor. Para ella era un sentimiento extraño, ¿Cómo se había enamorado de un hombre así?. Hay que reconocer que él era apuesto, culto, inteligente y con una forma de ser terriblemente atrayente y ella era una de las más bellas mujeres de aquella sociedad. El, ¿que puedo deciros de él que no supongáis?, un hombre que ya había vivido el amor y el desamor pero no por eso estaba cerrado a nuevos sentimientos.
El caso es que cuando estaban en el momento más álgido de su incipiente amor, comenzaron las lógicas dudas, a ella le decían que él era un don Juan, que tenia enamoradas a muchas mujeres y quizás en parte fuera verdad, había jugado al peligroso juego de la seducción, pero antes de conocerla a ella. De ella le dijeron a él que si no sabia lo que quería, que si simplemente lo utilizaba porque no quería a su forzado prometido, que si tenía una vida y no estaría dispuesta a cambiarla y menos por uno hombre mucho mayor que ella, el caso es que comenzaron a introducir dudas entre ambos, para agravar la situación él tuvo que marcharse lejos por asuntos de negocios y aunque cada día se escribían la distancia hace que los corazones se desesperen.
Pensaréis ese amor está abocado al fracaso y eso pudo ser.
Nada más se supo de ambos amantes, ni bueno, ni malo, ambos consiguieron que se dejara de hablar de ellos, las crónicas de la época dejan de nombrarlos. Yo personalmente creo que consiguieron lo que querían y ante eso desapareció el interés y el morbo de los narradores. Quizás, solo quizás, el amor acabó de florecer y fueron felices, o quizás cada uno siguió andando por esta vida en busca de su amor y diciéndose,
¡Ay corazón cuanto me dueles!
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